18 ago 2018

Isabel Allende: “Mis nietos se escandalizan de que tenga un nuevo novio”


Tres personajes a priori incompatibles, o enormemente distantes, cruzan sus vidas, un invierno, en Brooklyn, bajo la nieve. Es la nueva novela de la chilena –y ciudadana californiana– Isabel Allende (Lima, 1942), Más allá del invierno (Plaza y Janés), que se acaba de poner a la venta con una tirada de 300.000 ejemplares. Lucía, una chilena, vive en la misma casa que su casero, Richard, un profesor universitario solitario. Ambos se encontrarán con Evelyn, una joven tartamuda guatemalteca que atraviesa serios problemas. No es una novela negra, pero hay una parte policiaca. 

Necesitaba algo suficientemente fuerte para provocar un cambio. Lo primero que tuve es la casa de Brooklyn donde sucede la trama, la alquilé unas Navidades, son como castillos, casas muy altas y angostas, de ladrillo marrón, con un departamento separado abajo. Me contaron que eran de la mafia italiana en los cuarenta y cincuenta, y que en la familia de al lado encontraron un cadáver, esa fue la idea inicial. ¿Quién es Lucía? Es la que tiene más de mí, una periodista chilena a la que le toca vivir el exilio. Tiene mi carácter, esa capacidad para el riesgo y la aventura, y está abierta al dolor también. ¿Por qué escribe Richard? Un hombre tan solitario, con un solo amigo, una vida tan cautelosa, necesitaba una válvula de escape. Representa a esa gente que vive sin riesgos, buscando una vida segura, casa segura, trabajo seguro… Pero, así, no hay vida.

Lo que ha vivido Evelyn, o lo que le pasa a Richard, es horrible, pero usted consigue explicarlo sin romper el tono optimista de la novela. Eso lo inspira la frase de Albert Camus que cito: “En medio del invierno, descubrí que había en mí un verano invencible”. Hay un verano invencible en cada uno de nosotros. 

En la vida, pasamos por inviernos que parecen eternos, pero se sale de eso, hay siempre un verano esperando para aparecer.

Estados Unidos vive el invierno de Trump. Yo también estaba viviendo un invierno, me acababa de separar de Willy, tras 28 años, creía que mi vida iba a ser ya sólo trabajo hasta el final, que el amor ya había pasado. Pero todos tenemos la posibilidad de renacer, y yo encontré de nuevo el amor mientras escribía esta novela. Es una de sus novelas más políticas: hay el tema de las dictaduras latinoamericanas, el maltrato a los inmigrantes en Estados Unidos, la violencia de las bandas y las drogas... Esa es la realidad que vivo. Tengo una fundación, trabajamos con niñas y mujeres de alto riesgo. Desde que salió Trump y eliminó tantas ayudas, se nos multiplica el trabajo con los más necesitados. ¿Por ejemplo? Conozco muchos casos como el de la Evelyn Ortega de mi libro. Mucha gente sin papeles que es deportada y sus hijos se quedan en EE.UU., sin padres. Y la policía cada vez tiene más impunidad. El invierno va ser largo. Pero por debajo están todas las fuerzas contrarias. Un montón de ciudades se declaran refugio y no obedecen al Gobierno de Trump, acogen a indocumentados y respetan las leyes ecológicas del tratado de París. Es curioso que EE.UU. ha recibido siempre con racismo y xenofobia a cada oleada de inmigrantes: los italianos, los chinos... y luego los ha integrado con el paso de las generaciones. Supongo que no sigue la actualidad de Barcelona, pero 

¿qué libro le enviaría a Trump?

Trump no sabe ni leer, yo creo. Aquí sus personajes tienen achaques. Porque tienen sesenta años. Pero no hay más remedio que llegar a esa edad. Vienen achaques, pasan cosas... y no es verdad que con la edad te pongas más sabio, si eres tonto te pones más tonto, si eres miserable te pones más miserable. Solo si has sido un sabio joven, de viejo te vuelves más sabio. También es una historia de amor, en el fondo. Me encanta la idea del amor maduro. Yo misma, al decirles a mis nietos que tengo un nuevo novio los he escandalizado. El amor entre gente mayor despierta rechazo, los jóvenes se horrorizan, no pueden creer que a mi edad me haya enamorado. Hay que romper esos tabúes estúpidos, como que una mujer por hacerse mayor deja de ser atractiva o renuncia al placer sexual. Le dedica el libro. A Roger, sí.

¿Sabe cómo nos conocimos? Me escribió un e-mail tras escucharme en la radio. Empezamos a enviarnos e-mails, y me llegaba cada mañana un ramo de flores. A los meses, concertamos una cita, lo encontré agradable y le dije: “Mira, no tengo tiempo que perder, a los 74 años, ¿te interesa algo más que una amistad o no?”. Se tragó de golpe el ravioli y aquí estamos, organizando su mudanza de Nueva York a California. Ataqué como una barracuda. 

Aquí hay algún pequeño elemento mágico, pero casi nada. Bueno, algún orisha, la chamana de Guatemala, que existe de verdad. O lo del ritual de la ayahuasca, una experiencia que yo tuve. 

¿Y fue así? Sí. La misma sensación de que te pones en contacto con algo exterior, que te vas a otro mundo, la sensación física de frío... Se hace en la selva amazónica, yo fui por Manaos. Es un culto religioso, una especie de iglesia establecida que tiene derecho legal a usarla. 

Este es el primer libro suyo que no ha leído Carmen Balcells.

La eché de menos, pero estoy muy contenta con Luis Miguel, que está haciendo un trabajo estupendo. Nadie lo esperaba, creció a la sombra de su todopoderosa madre, y de repente aparece esta persona con una calma impresionante, capaz de unir a la gente y de sacar lo mejor de cada uno. Ningún autor se le ha ido y eso que, apenas se murió Carmen, Andrew Wylie empezó a llamar a todos sus autores. 

 ¿A usted la llamó?

 Claro... pero yo no, jamás, jamás, es un tiburón.

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Eva Luna.