18 ago 2018

Isabel Allende en medio de la tormenta



Pese al éxito de su último libro, El amante japonés, el año que pasó fue duro para la escritora. Se separó de Willie Gordon; perdió a su mejor amigo, a su mítica editora Carmen Balcells, y a su perra de 17 años. “Comprendí que nunca más iba a volver a la casa grande, ni al matrimonio ni a la vida anterior. Era una etapa cumplida”, dice hoy desde Sausalito. Ahora está escribiendo su nuevo libro, que inspiró una tormenta y un inmigrante. 

En la Navidad de 2015, ya sin Willie Gordon –su compañero por 27 años, ese hombre alto e imponente que la contenía–, Isabel Allende arrendó junto a su hijo Nicolás Frías y su nuera Lori Barra una Brownstone en Brooklyn, esas casas de cuatro plantas del siglo XIX, victorianas, pegadas unas a otras. La casa estaba cerca de los Barra, los consuegros de Isabel, una familia del sur de Italia que llegó a principios de siglo XX a Nueva York. Finalizaba el año y quedaban pocos días para el 8 de enero, fecha en que la escritora de manera sacra comienza a escribir sus novelas, más por disciplina que por cábala, como ella misma lo confirma. Esta vez no tenía nada en mente. 

 Sin darse cuenta, Isabel estaba en la locación adecuada. Llegó el 7 de enero e Isabel “no sabía de qué mierda iba escribir”, dice tal cual. Se le vino a la memoria esa brownstone vieja con el sótano como una unidad independiente, y sus cuatro pisos incluido el ático. Luego vino la tormenta. El 23 de enero, el paso de “Jonas” dejó 18 muertos en Nueva York y los norteamericanos vivieron el peor temporal de frío y nieve desde 1869. Entonces Isabel se preguntó qué pasaría en esa casa, con una tormenta como esa, todos encerrados, y pensó en quienes serían los personajes. Hasta el momento ya tiene a tres, uno es un inmigrante guatemalteco. La trama se está tejiendo y, qué duda puede caber, será uno de los mayores relatos catárticos de la Premio Nacional de Literatura. “¿Sabes?, fue difícil y muy triste. Nadie quiere empezar de nuevo a mi edad y, además, yo quiero mucho a Willie, es una muy buena persona y me costó tomar la decisión, pero una vez que la tomé… 

Como todo en la vida, una vez que tomo una decisión, ya no miro más para atrás. Y he empezado tantas veces desde el principio, otra vez, en tantas partes, que eso no me asusta mucho”. RUMBO A SAUSALITO El tiempo en Sausalito está ventoso en abril. Las tiendas han ido desapareciendo en reemplazo de cafés y restoranes, pues el flujo de turistas aumenta el fin de semana. Hace sentido que Isabel Allende eligiera ese lugar para echar raíces. Mar, casas encumbradas, arquitectura victoriana, cafés a la calle, estudios de yoga y barbería a la antigua usanza. Desayunar en Poggio, un restorán junto a Casa Madrona, es un buen consejo en Sausalito. La oficina de Isabel está a seis minutos caminando. Hay que irse por calle Bridgeway, que es la costanera, hasta encontrarse con Caledonia. En un santiamén se está frente a la casa esquina, de tejas café y marcos de ventana blancos, construida en 1903 y que perteneció Frank Lindsey un ex alcalde de Sausalito. Ahí está la casa que figura en Google Map como oficina del abogado Willie Gordon (Isabel más tarde aclararía que la casa es de ella). Tras golpear la puerta, abre Chandra Ramírez, su asistente y junto a ella, la escritora. Isabel se ve elegante. Viste un pantalón negro, una blusa de seda verde petróleo y una chaqueta en el mismo tono con toques negros y un diseño amarillo sobre su hombro derecho, y joyas étnicas de diseño de su amiga Tabra, a quien describe y dedica varias páginas en su libro La suma de los días. El toque informal lo dan sus zuecos de cuero, esos que usan las médicos y enfermeras, pero negros. Imagino que los usa porque sabe que se ve bien, pero quiere estar cómoda. Isabel dice que no, pero sí. Es una rockstar. La escritora está seria, pero amable.

 Debe pensar que es una invasión justo en su retiro literario donde su tiempo frente al computador vale literalmente oro. Tras las respectivas presentaciones, ofrece café o té y Chandra va a prepararlos. Ella prefiere un té muy simple. Instalo el trípode. Isabel me sugiere dónde ponerlo para que llegue buena luz y me advierte que es bajita, para que acomode bien la altura de la cámara. Como si no lo hubiera notado. Lo de la estatura en ella es un tema, siempre lo saca a relucir. Me recuerda que solo tenemos una hora para conversar, después tiene una reunión. Me apuro, hay que grabar. “Llegó un momento en que él mismo me dijo que sabía lo que yo quería, pero no me lo podía dar, al decirme eso, yo entendí que él no podía hacer un esfuerzo más grande del que estaba haciendo. Entonces yo le dije: ‘Willie mejor nos separamos’, y él me dijo… ‘bueno’”. ADIÓS A LA TRIBU 

¿Cómo está después de la separación de Willie? 

Después de la separación de Willie se terminó una vida. Era una vida tribal, era una familia grande, en una casa grande con piscina, donde se juntaba todo el mundo, pero los nietos se fueron al college como pasa en este país, se van lo más lejos que pueden de la familia y después se juntan a veces para el día de acción de gracias, pero se pierde el contacto que no sea Facebook y esas cosas virtuales. No es como la familia chilena. Se perdió la tribu. A los pocos días de estar en esa casa enorme donde estaba dando vueltas sola, oía fantasmas en las piezas vacías. Entonces me fui a una casita chica. A los tres días de estar durmiendo en esa casa chica, que ahora es mi casa, comprendí que nunca más iba a volver a la casa grande, ni al matrimonio ni a la vida anterior. Era una etapa cumplida. Ahora empieza otra etapa. Este año ha sido un año de abrirme a nuevas posibilidades y de optimismo yo diría, después de todo lo que pasó el año pasado. Isabel está triste. No es una pose para la cámara. Se nota en sus ojos, debajo de ese maquillaje perfecto, su mirada delata cansancio. Luego mira, quiere otra pregunta. 

 Pero siendo usted una mujer tan independiente, ¿le costó salir de esa especie de zona de confort o costumbre que pueden producir tantos años de matrimonio? 

Yo no soy independiente emocionalmente. Soy independiente en cuanto a mi vida, hago lo que tengo que hacer y no pido ayuda. Emocionalmente siempre he sido dependiente. Siempre he vivido en pareja, me encanta estar enamorada, lo he estado toda la vida y soy muy apasionada y muy romántica. Nuestro matrimonio se fue deshaciendo de a poco, no fue una decisión de un día, me demoré creo que cinco años en tomar la resolución de que era mejor separarse. Willie empezó a deprimirse mucho. Hace tres años murió su hijo menor de una sobredosis de heroína. Y Willie, quien lo había mantenido durante 35 años porque estaba convencido que era una especie de genio no reconocido, se encontró cara a cara con la realidad que todo el resto de la gente veía y que él negaba, y era que el chico era drogadicto. Fue la pérdida del hijo, más la tremenda desilusión de sentirse engañado, de sentir que había vivido todo este tiempo en una especie de fantasía, y eso lo terminó de deprimir. Estaba tomando antidepresivos, terapias. Había mucha ayuda. Pero se fue cerrando y no había manera de ayudarlo. Perdió interés en la pareja, en la vida de familia. Y llegó un momento en que él mismo me dijo que sabía lo que yo quería, pero no me lo podía dar. Al decirme eso, yo entendí que él no podía hacer un esfuerzo más grande del que estaba haciendo. Entonces yo le dije: ‘Willie mejor nos separamos’, y él me dijo… ‘bueno’”. Se encoge de hombros imitando la respuesta de Willie y agrega: “No hubo portazos ni malas palabras ni hostilidad. Aún nos visitamos de vez en cuando, y compartimos el cuidado de nuestra perra”. Viven en distintas casas y tienen una buena amistad. 

Finalmente eso es lo que cree Isabel que tenía con Willie, una buena amistad. “¿Sabes?, fue difícil y muy triste. Nadie quiere empezar de nuevo a mi edad y, además, yo quiero mucho a Willie, es una muy buena persona y me costó tomar la decisión, pero una vez que la tomé… Como todo en la vida, una vez que tomo una decisión, ya no miro más para atrás. Y he empezado tantas veces desde el principio, otra vez, en tantas partes, que eso no me asusta mucho”. Tal como Mario Vargas Llosa, 

¿estaría dispuesta a encontrar el amor nuevamente?

 Claro que sí –dice entusiasmada–, pero es más difícil para una mujer que para un hombre a esta edad. Imagínate, me tocarían unos caballeros de 79 años ¡con cáncer a la próstata!, qué lata –se ríe y luego mira melancólica–. En cambio un hombre puede tener una mujer mucho más joven, y parece que es lo usual.

EL LEGADO DE PAULA 
El 2015 remeció el piso de Isabel. Pero donde más tocó fondo fue sobrevivir a la muerte de su hija Paula, en 1992. Durante toda la agonía, Isabel escribió Paula, libro traducido a más de 30 idiomas. Todo lo que ha recaudado Isabel lo destinó a abrir la Fundación Isabel Allende, cuyo objetivo es ayudar a organizaciones sin fines de lucro en California y Chile, focalizadas en acceso a derechos reproductivos, salud, educación y protección contra la violencia a mujeres y a niñas. 

 ¿Cómo es la Isabel después de tantos años sin Paula?

 Me he repuesto de la tristeza. Nunca estuve deprimida y me doy cuenta que ahora soy otra persona, una mejor que antes. En cierta forma tuve que madurar de golpe y porrazo. Fueron cinco años muy difíciles, la enfermedad de Paula, la muerte de Paula, la desaparición de la hija de Willie que era drogadicta y que acababa de dar a luz, a una chica que hoy se está graduando del college en mayo, eso es algo bueno –Isabel hace una pausa y respira hondo–, han pasado muchas cosas y nada me parece tan grave. Incluso la separación de Willie, ya que no es ni el 10 por ciento del dolor que sufrí con la pérdida de Paula. Estoy preparada para cualquier cosa. Lo único grave que me podría suceder es que le pasara algo a Nicolás, pero todo lo demás es soportable.

 ¿Por qué su fundación no tiene una sede en Chile? 

Es muy difícil, llevo más de 40 años viviendo fuera de Chile. Cuando partí con la fundación estaba con Willie y pensé que mi vida junto a él sería para siempre aquí en California. Luego apareció Lori –su nuera– que transformó la fundación y yo no me la voy a llevar a Chile, mira que lleva años tratando de aprender español y no puede… Si se fuera a Chile sería un pez fuera del agua. Ella tiene a toda su enorme familia Barra en Brooklyn, se visitan todo el tiempo. Hay demasiada cosa familiar. Lori tiene ese carácter fuerte, organizado, y al mismo tiempo un corazón generoso, es la persona más compasiva, capaz de ir a un orfelinato en Nepal o Guajaca, adonde sea. En ese sentido es muy buena, ya que es lo que hubiera hecho Paula con la fundación. 

 En La suma de los días cuenta que hizo lo imposible para que Nicolás se fijara en Lori y viceversa. ¿Usted siempre trata de organizar la vida de los demás? ¿Nadie le para los carros? 

Soy lo más intrusa que hay, me meto en la vida de los demás para resolvérsela, lo que es un error fundamental. No me resulta jamás, meto las patas siempre. Pero por un milagro, o por un milagro de Paula, lo de Lori y Nico resultó. Apenas se vieron se enamoraron, llevan 18 años juntos y son muy felices. Lori se parece mucho a Paula, por eso Nico se enamoró. Lori me para los carros, Nico más todavía y Chandra, mi asistente también. Los tres me paran el carro y me cuidan. 

 En varios de sus libros usted ha revelado detalles de su vida privada y la de los demás. ¿Cuál ha sido el costo? 

El costo que he pagado en la vida es porque ese es el destino o porque esa fue mi personalidad. Se podría decir que son mis dos divorcios. Pero no, tal vez me hubiera divorciado igual si no tuviera el trabajo que tengo. No siento que haya pagado algún costo. Todo lo contrario. He tenido una suerte loca. Los libros me han dado relaciones en el mundo. Yo puedo ir a cualquier parte y habrá gente que me va a recibir con cariño –mueve los brazos y dice– ¡eso es impagable! No he pagado por el éxito, al contrario; el éxito es un bono, me ha dado mucho en la vida.

 ¿Alguna vez se ha autocensurado? 

Sí, me he autocensurado. Nunca describo tortura porque no quiero meterle ideas en la cabeza a un sicópata. En cambio describo en detalle el amor, el sexo, para que por favor aprendan algún día algo estos caballeros. También me he censurado cuando escribo memorias. Entonces lo que hago es mandar a traducir lo que he escrito al inglés, y se los muestro a Nico, Willie, Lori o a mis nietos que no leen en español. Si ellos me piden sacar algo, lo saco. Pero si me piden cambiar algo, no lo hago. Lo dejo como está. Tengo mucha conciencia que la vida de los demás no me pertenece, mi vida es pública, la de ellos no. Por otra parte, no tengo un editor que me dice: “Saca esto de la página 40”. Nadie toca mis libros. Nadie me obliga a hacer nada. Esa libertad inmensa para hacer lo que quiero en el tiempo me lo dieron los lectores. 

 Usted es de izquierda. Sin embargo, recibió el Premio Nacional de Literatura por parte de Sebastián Piñera y muchos de los que la critican vienen de su mismo sector político.

 Estoy muy agradecida de Sebastián Piñera porque el Premio Nacional de Literatura lo consiguió él y su ministro de Educación del momento, entonces nadie podría decir que fue una cosa política. Eso fue muy bueno, porque ser reconocida en Chile era importante para mí. Ser profeta en la propia tierra es difícil, en Chile es donde tengo los peores enemigos en los críticos, en ninguna parte del mundo tengo tanta crítica negativa, lo que no es raro. He hablado con otros escritores de Irlanda u otros países chicos y me han dicho lo mismo. Cuando venimos de países pequeños siempre hay un poco de envidia, porque hay poco espacio y piensan que uno se está tragando todo el oxígeno y no queda aire para los demás. No se dan cuenta que si gano un lector no solo va a leer libros míos; gano un lector para mí y todos los demás, pero así no se entienden las cosas en Chile. 

 Pero algo le debe afectar. Bueno, no me llega mucho. Tú me dices ahora cómo te afecta la envidia, o mi mamá de repente desde Chile me dice, “Ay mijita, ¡aquí hay otro envidioso!”. Pero yo no las leo, y el mundo chico que vivo es de escribir, investigar y apasionarme con algo, eso no me llega, y la gente no es tan mala tampoco para estar mandándome las malas críticas. El editor tiene la obligación de mandarlas pero no las leo, no hay ni tiempo. “En Chile es donde tengo los peores enemigos en los críticos, en ninguna parte del mundo tengo tanta crítica negativa, lo que no es raro. Cuando venimos de países pequeños siempre hay un poco de envidia, porque piensan que uno se está tragando todo el oxígeno”. 

 ISABEL, MICHELLE Y CHILE 
El miércoles 27 de abril, Isabel publicó en El Mercurio una columna criticando la oposición de una parte del Congreso chileno a la ley de aborto. “Si los hombres tuvieran guagua, el aborto sería un derecho”, escribió. Dice que lo hizo motivada por la próxima votación del Senado.

 “Como ya he dicho a menudo, nadie es pro-aborto, tal como nadie es pro-quimioterapia o pro-amputación. Son medidas extremas ante una situación crítica. Si la educación sexual desde la pubertad y los anticonceptivos gratuitos estuvieran al alcance de todos, menores de edad tanto como adultos, el aborto no sería necesario, salvo en ciertos casos imprevisibles. Como mujer, exijo tener control sobre mi cuerpo, mi fertilidad y mi destino”, declaró. 

 La Iglesia Católica dice que los defensores del aborto tienen una disonancia al defender los derechos humanos, donde el primer derecho es a la vida. Sin embargo, están a favor del aborto. ¿Cuál es su opinión?

 Podemos dar vuelta su pregunta. Mucha de la misma gente que defiende el derecho a la vida desde el instante en que el óvulo es fertilizado no se interesa mayormente por los derechos humanos en Chile o el mundo; incluso muchos ignoraron e ignoran hasta hoy los asesinatos y otras atrocidades cometidas durante la dictadura.

 La escritora tiene la nacionalidad estadounidense y recibió la Medalla Presidencial de la libertad de manos de Barack Obama, el mayor honor que puede recibir un ciudadano norteamericano.Con orgullo, muestra una foto que tiene con el mandatario. 

Lo conoce desde antes de que fuera Presidente y siente por él, dice, un enorme cariño. “Ahora estoy muy metida en la política de los Estados Unidos por las elecciones –suspira–. ¡Uf! Cuando se presentó Trump como candidato, la gente dijo: este es un payaso. Yo me asusté altiro. Él tiene ciertas características que son muy fáciles de reconocer: carisma, la habilidad de conectarse con una necesidad, y la gente está muy enojada y asustada. Él alimenta el susto y la rabia. El hecho de que llegara hasta aquí te dice mucho sobre el país y lo mucho que están desconectados los otros políticos con la gente. Tengo mucho miedo con Trump porque veo que no es él solamente, sino un sector de la población. Pero hay descontento en cierta parte de la población por los inmigrantes. La gente les echa la culpa a los inmigrantes por la falta de trabajo, cuando la culpa la tienen las corporaciones que han sacado todos los trabajos para hacerlos en la India o en la China, Sri Lanka o no sé dónde, y a la tecnología. Esto es una revolución tecnológica como la Revolución Industrial. El país tiene que adaptarse y esa gente está sufriendo. El inmigrante no es una persona que viene a aprovecharse del sistema. Es una persona que está saliendo de una situación desesperada. Uno no deja lo que ama a no ser de que esté desesperado.

 ¿Cómo ve la situación actual del gobierno de Chile?
 Le tengo un tremenda admiración, respeto y cariño a la Michelle. Creo que es una persona excepcional y todo este problema que ha habido con lo que hizo el hijo –recalca molesta–… hay que ser bien pelotudo para hacer una cosa como esa cuando su madre es Presidenta de la República. Creo que ella no sabía nada de eso. Se llevó la sorpresa y ha tenido que pagar. Yo la entiendo, 
¿qué haría yo si Nicolás hace una cosa así?, bueno, estaría con el corazón dividido. Chile en este momento está en una situación política que es muy parecida a lo que se vive en otras partes. La gente no cree en la institución política, en sus representantes. “En Estados Unidos tampoco hay líderes. Hay una crisis de los partidos, yo creo que el partido demócrata o la izquierda en Chile también están en crisis. 

¿Quién hay en la izquierda en Chile para reemplazar a la Michelle?”. ¿Cree que la derecha en Chile está destinada a desaparecer porque hoy no hay líderes? 

¡No! No creo que la derecha vaya a morir nunca en ninguna parte. Siempre hay una parte de la población que quiere conservar y con lo cual se siente cómodo, en todas partes y, ¿ por qué va a morir la derecha? No. Lo que pasa es que tiene que cambiar. Es lo que pasa aquí con el Partido Republicano. Está quebrado por Trump. Pero tiene que cambiar, adaptarse a lo que hay y, eso le va a pasar a la derecha chilena. Pero no hay líderes. En Estados Unidos tampoco hay líderes. 

Hay una crisis de los partidos, el partido demócrata o la izquierda en Chile también están en crisis. ¿Quién hay en la izquierda en Chile para reemplazar a la Michelle? ¿Cómo ve a Chile desde afuera? Desde afuera se ve muy bien, porque se ve un país donde la gente está yendo en busca de oportunidades. Hay más venezolanos en Santiago que en Caracas y van de Perú, Colombia y de todas partes. Es un país que tiene estabilidad política, económica y social. Pero fíjate que lo que una de las cosas que más me revientan de Chile, y quizás la que más, es el clasismo, esas castas como en la India y que son muy poco permeables. Tú naces de un cierto apellido para abajo y hagas lo que hagas te quedaste abajo. Tal vez puedas tener una situación económica pero en materia de clases no eres aceptado –se lleva las manos a las sienes– eso me revienta y es algo que en Chile todavía no ha cambiado.

El tiempo de la entrevista ha concluido. Su felicidad vuelve al rostro cuando ve entrar a su perra Dulce, que viene de la peluquería. Presenta a Lori, su nuera. Es alta, delgada, de pelo crespo. Chandra nos toma una foto con mi celular. Ahora Isabel debe estar escribiendo. Y, aunque esté rodeada de fotografías, paredes blancas y afuera de su estudio en Sausalito seguro hay un sol radiante, está metida dentro de una tormenta. La que inspira su próxima novela.


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Eva Luna.